Gemidos sobre el vidrio

Sunday, May 21, 2006

vientos y gotitas

No reposarás en el suelo como una hoja muerta, tus noticias de último momento estarán en las últimas páginas y ya no habrá portadas de revoluciones en tus ojos relatos. Tus curvas me dibujarán sobre el vidrio, entre el vapor de las noches en que tus rodillas tienen la debilidad de una cama y quieren bañarse en mis aguas.

Advendrá otra guerra en tus paisajes, una lágrima rosa huye por tus piernas y será tu desnudez la que escriba la historia, sus eventos hablarán de fluidos y los silencios imperceptibles forman parte de gestos que hacen tus ojos cuando manos que ya no son mías te invaden y explorar.

Gritame y señalame el momento en que las montañas sucumbirán, crees que ya no estás pero el suelo tiene tus jadeos, tu imprevista secuencia de voces que traspasan los vidrios y sin romperlos atrapan a quienes están espiando tras de el, intentando formar palabras que nunca serán porque tienen la dificil tarea de significar lo incomensurable. Gritame, ya no son despojos las voces que viven bajo tus faldas, que suben como un viento húmedo a tu ombligo y llaman al sol y sus rituales.

Hoy deberá llover tu cuerpo y tus poros serán besados uno a uno por gotitas

Saturday, May 13, 2006

dientes y ciudades

¿Sentís el aire habitarnos la piel?

Mis miles de brazos intentan acariciar cada respiración de las paredes y un frío ya no nos impide correr, hoy las calles están desnudas y siento tus piernas, en cada cruce de calles, envolviéndose en mis dientes y los aprieto para masticarlas.

Ya no son mis dientes soledades, ya la ciudad tiene el agua de tus labios y ya no la sed. Sin improvisación posible, murmuro frecuencias de sonidos que no escapan a la muerte sino sienten el goce de su abismo y copulación; y lo que no sé, cuando golpearse la cabeza con la ventana del colectivo, lo aprendo al dormir sobre tus pechos y sus dominios y ya no hay pesos ni caídas y Newton nos odiaría por eso.

Las matemáticas no me permitirían contabilizar la agrupación de besos posibles en tu entrepierna, porque cada lugar de tu piel se extiende y se convierte en ciudad sin sus ruidos ni apuros.

Tu cara mirándose al espejo intentando reconocerse y llorar en un orgasmo, con un grito que recuerden las generaciones y sus muertos... y fuerzas que no son mías, sino del universo, abren tus jardines y acaban en tus labios.